27 de enero de 2008

El mundo científico condena la intransigencia de Benedicto XVI

BEGOÑA ARCE

LONDRES

papatricornio El mundo de la ciencia ha vuelto a lamentar la actitud intolerante del papa Benedicto XVI, y la de la Iglesia católica en general, hacia el uso de preservativos y el aborto. En su último número, la prestigiosa revista médica británica The Lancet critica a Benedicto XVI por no haber modificado su posición sobre el uso de los condones como arma para frenar la expansión del virus del sida. La publicación afirma que, a pesar de haber pedido que el Consejo Pontificio sobre Cuidados Pastorales de la Salud llevase a cabo un estudio científico, técnico y moral sobre la prevención del sida, el Papa no ha variado su postura. "Este Pontífice conservador también ha reafirmado la oposición incondicional de la Iglesia hacia el aborto", opina asimismo el editorial de la publicación.

The Lancet subraya que de los 1.100 millones de católicos que hay en el mundo, no todos coinciden con las posiciones oficiales del Vaticano, ni con su intransigencia en algunos asuntos sobre ciencia y salud. "Hay muchos católicos y prelados que reconocen la importancia de los preservativos para hacer frente a la epidemia de sida y saben que 68.000 mujeres fallecen cada año a causa de abortos realizados en condiciones antihigiénicas", afirma el escrito.

EL OTRO LADO DE LA IGLESIA También cita el ejemplo de un prelado con una mentalidad muy diferente a la de Benedicto XVI. "El cardenal Carlo Maria Martini, que fue uno de los candidatos al papado en el 2005, ha apoyado el uso de los preservativos para luchar contra el sida. El cardenal también ha dicho que la legalización del aborto ha tenido el efecto positivo de reducir el número de interrupciones ilegales".

La política del Vaticano tampoco la aplican, añade The Lancet, muchos trabajadores sociales católicos que hacen un trabajo esencial en países sin recursos, distribuyendo en muchos casos preservativos, a título privado, entre pacientes infectados por el sida. "Católicos como estos nos recuerdan que ciencia y religión no son incompatibles", asegura la publicación.

CRÍTICAS DE AMNISTÍA

El Vaticano ha chocado en el pasado con algunas organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos, incluida Amnistía Internacional y varias agencias de la ONU, sobre temas como el aborto y el control de la natalidad. Benedicto XVI tiene previsto dirigirse este año a la Asamblea de Naciones Unidas, una intervención en la que podría evocar estos temas. La Unión Europea también condenó en su día la "intolerancia" de la Iglesia con respecto al uso de los preservativos, una actitud que "pone en gran peligro la vida de millones de personas".

The Lancet aboga por un acercamiento entre el frente de la ciencia y el fortín vaticano. Hay que "mantener siempre vivo el diálogo entre científicos y dirigentes católicos, tanto en las universidades como en cualquier otro lugar, aunque los científicos estén en desacuerdo con la interpretación que hace la Iglesia del mundo que nos rodea", dice. Recientemente, el Papa tuvo que cancelar un discurso en la Universidad La Sapienza de Roma por haber defendido el juicio que la Iglesia católica llevo a cabo contra el científico Galileo, al que condenó por herejía en 1663. Profesores y estudiantes acusaron al Papa de hostilidad hacia la ciencia. The Lancet opina que esta condena es excesiva y elogia que el Vaticano patrocinara en el 2006 una conferencia sobre cambio climático.

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2 de enero de 2008

La Familia Humana

image Hoy voy a hacer un ejercicio matemático sencillo y curioso. Voy a ir ascendiendo en mi árbol genealógico. Como todos los seres humanos, tengo dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos y así sucesivamente... Como vemos, es una serie de lo más sencilla, 2^n , donde n es el número de generaciones. De esta manera podemos calcular muy fácilmente nuestro número de ascendientes a través de las generaciones. Es decir, a través del tiempo.
Por ejemplo, vayámonos 10 generaciones atrás, a los abuelos de los tatarabuelos de mis tatarabuelos. Aplicando esta sencilla fórmula, veo que está formada por 1024 personas. Si contamos una generación cada 25 años, nos iríamos 250 años atrás. Es decir, allá por 1.750 vivían en el mundo 1024 antepasados míos que con el paso de los años tendrían un descendiente bloguero.
Ahora nos vamos un poco más lejos, 20 generaciones. Operando de la misma manera que antes, obtenemos que tengo aproximadamente un millón de ascendientes pertenecientes a la misma generación. ¡un millón! Y estamos aproximadamente solo en el año 1.500.
En el tercer y último salto que vamos a dar, retrocederemos 30 generaciones para situarnos en el año 1.250, en plena edad media. Aplicando la formulita una vez más, vemos que tenemos más de mil millones de ascendientes pertenecientes a la generación número 30. En esa época, la población mundial no llegaba a 500 millones de habitantes. Con este resultado es evidente que a medida que retrocedemos en el tiempo nuestros antepasados se van entrecruzando, resultando que en apenas 750 años todos tenemos prácticamente los mismos antepasados, todos provenimos de las mismas personas, no tan lejanas. Es decir, que si retrocedemos en el tiempo apenas siete siglos, nos encontramos con que nuestras raíces se extienden por prácticamente todo el mundo. ¿Quién pude presumir de familia, de descender directamente o ser familiar de Alfonso X, de Mendel, de Leonardo Da Vinci o de Trajano? Realmente todos. Todos tenemos sangre castellana, catalana, francesa, india, china, etíope, etc, etc, etc
Todos nosotros tenemos los mismos ascendientes, formamos parte de la misma familia. Nos separa un número despreciable de genes dentro de nuestros cromosomas, un número ínfimo. Visto esto se tornan absolutamente absurdos los localismos, los nacionalismos, las fronteras, las identidades colectivas, pues lo colectivo abarca a toda la humanidad. Todos y cada uno de nosotros somos una misma familia. Pero no en sentido figurado, sino literalmente. Todos estamos emparentados, con raíces mil veces entrelazadas. Y lo mismo pasará con nuestros descendientes. En un futuro, todos nosotros volveremos a estar de nuevo emparentados. Con absoluta certeza puedo decir que Blanca, Animal, Dardo o yo mismo tenemos muchos ascendientes comunes, y tendremos descendientes comunes. Si viviéramos lo suficiente nos reuniríamos para conocer a nuestros tatatatataranietos comunes, sangre de nuestra sangre. Sangre de nuestra sangre, es decir, de toda la humanidad. Cada persona que nos encontramos por la calle, en el parque, el metro, todos los que vemos en la tele o escuchamos por la radio, todos los autores de blogs y compañeros de trabajo son nuestros primos lejanos, y serán consuegros lejanos. Absolutamente todos. La familia humana.

En nombre del Dios vengador

image La rigidez moral de los 'cristianos renacidos' se manifiesta en toda su virulencia en las Hell Houses del sur de EE UU, que exhiben sangre y violencia como en un filme 'gore'

BÁRBARA CELIS 16/12/2007

En Estados Unidos, salir de las grandes urbes significa entrar en el desasosegante reino de Dios. La sensación es particularmente intensa en lugares como Tejas o Colorado, donde sus áreas suburbanas consisten en un denso paisaje de autopistas flanqueadas por hileras interminables de iglesias evangelistas -abundan más que los establecimientos de comida basura, que son multitud- desde las que se lanzan mensajes apocalípticos como El fin está cerca o Arrepiéntete, Dios te llama.

En ese contexto creció Matthew Murray, el joven responsable de la matanza de feligreses en una iglesia y en un centro de jóvenes cristianos en Colorado Springs y Arvada (Colorado) hace una semana. Mató a cuatro personas y se suicidó, no sin antes dejar un reguero de mensajes amenazadores online contra la estricta religión en la que fue educado.

Murray era un cristiano renacido evangelista. Dentro de esa denominación entran unos setenta millones de estadounidenses, según el último censo. Aunque hay pequeños matices entre baptistas, miembros de las Asambleas de Dios o pentecostales, su visión del mundo es, en general, muy conservadora: rechazan el aborto, atacan la homosexualidad, condenan el sexo antes del matrimonio, niegan las teorías de la evolución y abogan por la rigidez moral haciendo primar esa visión en sus decisiones electorales.

Su peso político fue clave para le reelección en 2004 de George Bush, perteneciente a la misma religión. De ahí que los actuales candidatos se disputen con fuerza su voto con vistas a 2008. Sin embargo, la mala gestión de la guerra de Irak, el desastre de Nueva Orleans y los abusos humanitarios y legales perpetrados por la Administración de Bush han resquebrajado la cohesión política de este grupo, que ya no tiene tan claras que sus prioridades electorales sean votar republicano.

No obstante, para el sector más fundamentalista de los cristianos renacidos, al que pertenecía Murray y contra el que se rebeló antes de enloquecer, asesinar y suicidarse, la defensa de ciertos valores morales parece seguir siendo el eje central de su discurso, y entre sus armas para hacer frente a la decadencia cultural destaca el fenómeno de las Hell Houses, tan popular en Tejas como en Colorado. Se trata de la versión cristiana de las tradicionales casas del terror, esos montajes teatrales donde el conde Drácula y el hombre lobo matan de susto a los visitantes coincidiendo con la fiesta de Halloween.

En pueblos como Cedar Hill (Dallas), cada año desde hace 17, a los pies de la iglesia Trinity Church, los adolescentes de esa comunidad no se transforman en monstruos tradicionales, sino en padres que violan a sus hijas, en jóvenes que abortan y mueren desangradas y en niños enloquecidos que disparan contra sus propios compañeros de colegio.

Entre 100 y 200 parroquias construyen su versión de la Hell House anualmente -incluso se vende un kit de instrucciones por Internet precisamente desde Colorado Springs- aunque la más veterana es la de Trinity Church, principado del pastor Tim Ferguson y por donde pasan, en apenas quince días, unas 10.000 personas.

La temática tradicional de las casas del terror es sustituida por escenas de la vida real pasadas por un filtro bíblico: abortar es sinónimo de morir en la camilla; tomar drogas significa ir al infierno, y como cualquier estudiante puede perder los nervios y matar a sus compañeros de clase como ocurrió en la Columbine High School, hay que ser creyente, no vaya a ser que te peguen un tiro y aunque seas inocente te quemes en el infierno.

Al final de este viaje hardcore, el visitante se asoma al cielo, se pasea por el infierno y finalmente le llega la oportunidad de redención: uno de los pastores de Trinity Church invita a los asistentes a entrar a rezar en una sala y salvarse, o a escoger la puerta de los pecadores. El grupo de treinta personas con el que entró EL PAÍS corrió en masa después a la sala de rezos. Según Trinity Church, el 60% de los visitantes que no son evangelistas -una minoría- acaban convirtiéndose a esa religión.

"La Hell House te abre los ojos. Es una experiencia muy intensa, te muestra la realidad y te recuerda que hay que estar preparados. Nunca se sabe cuándo te va a llegar tu hora". Melissa Ramirez, de 23 años y de origen mexicano, se educó en una familia católica, pero se salvó en su adolescencia y hoy es una de las jóvenes que ayudan en la organización de la Hell House de Trinity Church, en la que se han invertido casi 40.000 dólares.

Decenas de minibuses se acercan al caer la tarde hasta allí previo pago de diez dólares por persona. Hay gente de todas las edades, incluso niños de seis años que recibirán una dosis de 45 minutos de sangre y violencia sólo comparable a una película gore. "Mostrarles violencia es bueno para ellos. Son escenas sacadas de la realidad. Muchos la sufren en sus casas o la reciben a través de la televisión. Al menos aquí hay un mensaje: ven las consecuencias de situaciones reales y aprenden a evitarlas", sostiene el pastor Brown, que ha venido de una parroquia cercana con un grupo de adolescentes de entre 12 y 14 años.

Entre las estudiantes que le acompañan está Chastity Carter, una afroamericana menuda con rostro de niña y curvas de mujer que tras el viaje se declara "muy asustada". "Tengo que ser mejor persona. No quiero que estas cosas que he visto me pasen a mí. No quiero ir al infierno, tiene una pinta horrible. Prefiero el cielo". Resulta difícil creer que con sólo doce años se sienta tan culpable. Incluso se le han escapado algunas lágrimas de angustia en escenas como la del aborto. Pero ése es precisamente el efecto que buscan las Hell Houses.

El miedo es una de las herramientas mejor utilizadas por el ala más conservadora de los evangelistas. "Nosotros nos limitamos a mostrar las consecuencias de nuestras elecciones. Pero ofrecemos la posibilidad de salvación", afirma el pastor Tim Ferguson, un hombre de rostro severo y discurso compacto que acusa a quienes no profesan su religión de no comprenderla. Pero resulta difícil no comparar su interpretación literal de la Biblia con la que los extremistas musulmanes hacen del Corán. "En el Nuevo Testamento está presente la pena de muerte. Dios mataba. Hay cosas muy radicales en la Biblia, no es todo paz y amor", afirma.

En la vida suburbial estadounidense, donde la oferta de ocio se limita a los centros comerciales, las iglesias son el epicentro de la vida social tanto para adultos como para jóvenes. No sólo hay misa: hay grupos de estudio, de apoyo a familias en crisis, librería, cafetería, guardería, y los valores cristianos lo impregnan todo. En parroquias como la de Trinity Church, los jóvenes aprenden a cambiar de canal si hay una escena de sexo en televisión y a evitar música con letras profanas como las de The Rolling Stones. La presión es muy fuerte y no todos son capaces de soportarlo. Matthew Murray, el asesino de Colorado Springs, perdió la cabeza en el intento. -